Para apreciar la dimensión real de lo
política nacional e internacional, basta el ‘affaire’ Julián Assange, el hombre
de los wikileaks, el que develó la farsa de las afrentosas relaciones del
Poder, la naturaleza enferma de prestigiosos mandatarios. Puso al descubierto
la diplomacia del verticalismo, la hegemonía del más fuerte sobre el más débil,
la típica cultura del chimpancé.
Los gobiernos poderosos, especialmente
los Estados Unidos, no le perdonan el destape. La guerra de Irak fue más que
atroz, denigrante fue el vandalismo del ejército norteamericano, también las
torturas y matanzas de civiles inermes, y las masacres de niños, y la tiránica
imposición de la democracia,… Colombia también tiene su dosis: su amable
sumisión a la embajada norteamericana, las artimañas de Uribe, la defensa de
políticos sucreños por parte de la Corte Suprema de Justicia… Nada nuevo como
lo afirma Chomsky, excepto la certeza de que política sin cinismo no triunfa.
Había que castigar la osadía del
australiano, convertirlo a todo precio en terrorista, en monstruo; construirle
alguna desviación y declararlo enemigo del mundo libre. Inventarle algún delito
y destrozarlo, propinarle su lección y ponerlo como escarmiento para los otros
hackers. Nadie debe olvidar que la democracia y la libertad son construcciones
que se alimentan con dictaduras y esclavos posmodernos
Debió ser la Casa Blanca quien dio la
orden para ser obedecida universalmente, la cultura occidental es una caserna
militar. La paradigmática Suecia inició la farsa, lo acusó de abuso sexual, un
país en donde el sexo se ejerce con la misma naturalidad con la que se consume
una Coca-Cola. La continuó el decadente imperio inglés, su primer ministro
insiste en la extradición, incluso, está dispuesto a desconocer tratados
internacionales sobre asilos políticos, a invadir una embajada sin importancia,
y llevarse la víctima por la fuerza. La fuerza bruta sostiene los países
civilizados. La farsa siguió en el Ecuador, le concedió asilo político en
nombre de una democracia amordazada. Oportunismo puro, cinismo depurado, todos
los flancos la política huelen a desastre humano, no es confiable su precaria
moral.
Inútil buscar modelos distintos en la
historia, no los hubo en el pasado, tampoco en el presente, dudo su existencia
en el futuro. No es fácil convertir el aceite en agua, la perversidad en
nobleza, ‘Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en
general, se vuelve la nobleza de su lenguaje’ (AldousHuxley).
Nada es tan urgente como continuar con
la construcción de una cultura ciudadana, humana, desistir del permanente
equívoco.
columna tomada de laNacion.com.co
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