lunes, 15 de septiembre de 2014

UNIVERSIDAD PÚBLICA, por Jorge Guebely

Preocupa que el discurso de la universidad pública pierda paulatinamente su vigencia. Poco queda de su espíritu original. La política lo carcome, lo convierte en fantasma lingüístico, en perorata de asambleas. Algunas realidades universitarias evidencian su disecación. El cogobierno académico es más un cogobierno político. Los partidos tradicionales ondean sus banderas desde rectorías y consejos para acometer ilícitos legales o promover prebendas administrativas. Mejor no ha sido su suerte cuando las organizaciones de izquierda dominan su burocracia. Una razón esencial lo impide: academia y política se repelen. Mientras la primera se eleva al conocimiento o liberación del ser humano, la segunda desciende a la feligresía o sumisión en manada.

El pragmatismo político liberal-conservador hizo metástasis linfático en la universidad pública. Pragmatismo que origina tanta pobreza humana, tanta pobreza material y tantas guerras. Las mismas podredumbres electorales que degradan al país, también degradan a las universidades públicas. ‘Quienes se postulan como ‘representantes’ son activistas de determinados grupos o tendencias políticas o individuos con ambiciones de poder’, afirma Víctor Manuel Gómez, profesor de la Universidad Nacional. Utiliza las mismas artimañas para nombrar la red burocrática y las mismas trampas para escoger su cuerpo docente. Emplea las mismas mascaradas institucionales para aparentar democracia académica y ocultar la corrupción de la astucia, sangre viva del quehacer político. Con escasas excepciones, la universidad pública no es faro que ilumina nuevos caminos sino cuarto de san alejo donde se arruman costumbres viejas. Paga su incapacidad de crear una democracia académica; modelo distinto regido por el conocimiento, no por las componendas partidistas.

Por política, la universidad pública se rebajó al estatus de comodín. Sirve para maquillar estadísticas, para ‘profesionalizar’ sectores medios de un país, para operar como empresas de menor cuantía... Sirve también para usufructuar políticamente un presupuesto. Posee muchos servicios colaterales, casi nunca la función original de la educación. ‘La primera tarea de la educación es agitar la vida, y dejarla libre para que se desarrolle’, afirmaba una ilustre pedagoga del siglo pasado.


Descendida al estatus de instrumento político, se desplomó en el espíritu comercial del neoliberalismo voraz. La pasión vesánica por el dinero destruye cualquier construcción de universidad para el desarrollo humano. ‘De la mano del dinero, los hombres de negocios se hicieron al control académico’, afirma Edward Ch. Kirkland. Cultura viva en la conciencia de la comunidad académica. Prospera la universidad empresarial, la liberal, mientras muere paulatinamente el discurso de la universidad pública. Triunfa, en el mejor de los casos, la universidad que prepara profesionales exitosos y frustrados seres humanos.